Derecho a desconectarse

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Reforma
Verónica Baz
Los franceses fueron los pioneros. En 2017, incorporaron en su legislación laboral el derecho a la desconexión, es decir, el derecho a no estar disponible fuera de los horarios de trabajo, ya sea a través de llamadas, mensajes de texto, correos electrónicos o cualquier otra forma de comunicación.

Esta legislación tuvo un importante efecto en otros países, sobre todo tras el confinamiento derivado de la pandemia, que llevó a muchas personas a trabajar de forma remota. A seis años de distancia, también países como México y Estados Unidos han empezado a tomar consideraciones en esta dirección.

La semana pasada, México publicó la NOM 037, que entrará en vigor en diciembre de este año. Dicha norma incluye toda una serie de elementos que se deben cumplir con el trabajo en modalidad remota y considera las obligaciones tanto de trabajadores como de empleadores.

La norma toma en cuenta aspectos como la necesidad de que se cumpla con las políticas de teletrabajo que establece la empresa y proveer a las personas con lo que se requiere para llevar a cabo su trabajo en condiciones óptimas, que garanticen su salud y seguridad. También considera elementos que van en sintonía con poner límites a las actividades laborales, al hacer explícito que la política de teletrabajo debe incluir derechos de pausa, descanso y desconexión.

La visión francesa del trabajo no hubiera llegado tan rápido a México sin los efectos que tuvo en la vida de muchas personas el trabajo remoto durante la pandemia. La flexibilidad y movilidad que han permitido las tecnologías de la información aceleraron la disolución de fronteras entre el tiempo laboral y el tiempo dedicado a otras actividades. Sin embargo, ello ha traído también nuevas tensiones laborales e inconformidades, siendo algunas de las quejas más frecuentes que en el trabajo hay solicitudes a toda hora y que se han extendido las jornadas de trabajo.

El derecho a desconectarse seguirá en constante evolución en la legislación y la normatividad, pero es también importante entender que esto es parte de un fenómeno social mucho más amplio y que nos enfrentamos a un choque entre distintas visiones de lo que el trabajo debe representar en la vida de las personas.

En una dirección va la idea de que las personas deben dar un extra para avanzar y, en esta visión, la disponibilidad es clave. Mientras que, en la dirección contraria, viene la idea de parar, trabajar solamente lo acordado, no ser voluntario para actividades que son opcionales y no dar un extra que puede alterar el equilibrio entre lo laboral y otras áreas de la vida.

Quizás uno de los ejemplos que mejor muestra el choque de visiones es lo que se llama quiet quitting o renuncia silenciosa. Desde la óptica de recursos humanos, esto tiene una connotación negativa, pues describe el momento en el que una persona decide hacer lo mínimo necesario para permanecer empleada. Se asocia con desmotivación, ser una persona floja o apática y con la falta de un buen liderazgo que fomente una actitud de progreso, colaboración y dar un extra.

Sin embargo, la otra faceta de la renuncia silenciosa ya se volvió un movimiento que pretende ponerle freno a la cultura del ajetreo y a la demanda sin límites, al reivindicar los beneficios de respetar los tiempos del trabajo, el descanso, el bienestar y la vida familiar.

La norma que entrará en vigor este año en México llevará a las empresas a reaccionar de distintas formas, incluso algunas, ante una mayor regulación, podrán decidir restringir más el trabajo remoto. Sin embargo, nada nos eximirá de empezar a dialogar y reflexionar sobre el rol que el trabajo, la productividad, el descanso y el balance entre distintas actividades podrían jugar hoy en nuestras vidas.

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Jorge SalesDerecho a desconectarse