Redefina límites del trabajo y manténgalos

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Rachel Feintzeig / THE WALL STREET JOURNAL
Nueva York 25 ENE. 2022
¿Hemos olvidado cómo decir no?

Nuestros límites se han visto revueltos por dos años de trabajar en medio de una crisis, a menudo desde el mismo lugar donde hacemos todo lo demás. Los gerentes saben que estamos en casa. Los empleados quieren demostrar su valía en un mundo sin tiempo cara a cara. Hay un nuevo contrato tácito entre jefes y empleados: puedes trabajar donde quieras, pero la flexibilidad tiene un costo personal. Siempre estás activo.

“El patrón siente que tienes la suerte de estar en casa. Estás a mi entera disposición”, dice Ellen Ernst Kossek, profesora de administración en la Universidad de Purdue que estudia los límites entre el trabajo y la vida, y su disolución.

De ambos lados he oído hablar de esto. El gerente de una funeraria en Georgia se sorprendió cuando su equipo lo confrontó por sus frecuentes mensajes de texto los sábados por la noche sobre las cuotas de ventas. Una empleada de una compañía farmacéutica en su oficina de Boston fue confrontada en la cocina por un colega que le exigió saber por qué no había respondido aún a su correo electrónico. Eran las 8:30 horas. Lo había enviado a las 6:30 horas.

Regresar a la oficina no parece haber restablecido el equilibrio para algunas personas. En cierta forma, puede ser lo peor de ambos mundos: se perdió la libertad de iniciar sesión desde casa, pero aún están las sesiones vía Zoom consecutivas y las juntas a la hora de la comida.

“Se aprendió a trabajar de una manera un poco loca”, indica Kossek.

Restaurar algunos de los muros entre nuestros trabajos y nuestras vidas requiere oponer cierta resistencia, con gracia e inteligencia. Kossek sugiere poner una alarma para que suene 10 minutos antes de la hora para indicar a sus compañeros de videoconferencia que es hora de que pase a otra cosa, ya sea preparar la cena o escribir un informe.

Revise a ver si usted y una colega puedan hacer mancuerna para cubrirse mutuamente en las juntas en caso de que responsabilidades familiares, como el cierre de una guardería o el partido de futbol de un niño, se introducen en la jornada laboral, dice Kossek. Y hable con su equipo sobre qué tan rápido se espera que responda a los correos electrónicos internos y de los clientes. ¿Es un ritmo razonable? De lo contrario, determine con sus compañeros de trabajo cómo serían mejores expectativas y aborden el tema con su gerente juntos.

“Si usted es el único, será estigmatizado”, destaca Kossek.

Hay riesgos. Diga “no” con demasiada frecuencia y se perderá de grandes proyectos, alejará a sus colegas o incluso puede poner en peligro su trayectoria. Y, sin embargo, decir que sí y luego no cumplir con una fecha límite puede ser igualmente perjudicial, afirma Karen Shafrir Vladeck, socia de un bufete de abogados en Austin, Texas.

Aprenda a interpretar a su jefe y comprender cuándo algo realmente es una emergencia que requiere cancelar sus planes o no, señala. (Por supuesto, para algunos jefes todo es una emergencia).

Y perfeccione el arte de decir “no” sin que suene a “no”. “Estoy tan abrumada en este momento, estaré disponible el lunes” o “Estoy muy ocupada, pero sé que Jennifer tiene tiempo para ayudar”, sugiere Vladeck. “No hay nada peor que alguien que simplemente dice que no y luego se va y lo deja”, indica.

Hace unos años, Christina Heath, una madre soltera de Lutz, Florida, comenzó a sentirse agotada. Se sentía como si su trabajo como gerente de proyectos estuviera tomando el control de su vida, y también le parecía extrañamente robótico y sin humanidad. Así que ella comenzó a hacerse oír. Le dijo a su jefe que no podía malabarear más de cuatro proyectos a la vez sin que la calidad decayera. En lugar de abordar los correos electrónicos fuera del horario de atención, respondía que los atendería por la mañana.

“No se siente bien. De hecho, da mucho miedo”, asevera, respecto a establecer límites. Pero con el tiempo se volvió liberador. Después de unos seis meses, sus colegas dejaron de enviar correos electrónicos a deshoras. Su carga de proyectos se hizo más ligera. Y todos siguieron estando contentos con su trabajo, menciona.

La clave es ser respetuoso, pero resuelto. Nadie creerá en tus límites si tú mismo no pareces tener confianza en ellos, indica.

¿Cómo averiguar dónde deben estar las líneas? Max Yoder, director ejecutivo de Lessonly, una empresa de Indianápolis que ofrece software de capacitación para empleados, clasifica todo, desde comidas de negocios hasta tiempo con su hija, en cinco categorías. Los rangos van desde “Estoy comprometido” hasta “Lo estoy intentando” y “No me importa”.

“Es una forma de tomar dos cosas en competencia y decir, ¿cuál me importa más?”, señala. Recientemente pasó por alto un viaje a San Diego para asistir a una reunión de la junta directiva de la empresa -asistiendo vía Zoom en su lugar- para poder pasar tiempo con sus padres y amigos que lo visitaban de fuera de la Ciudad. Antes de la pandemia, era más probable que le diera prioridad al trabajo sobre la vida.

“Ya no quiero ser así”, menciona.

Por supuesto, es más fácil decir que no y lidiar con las consecuencias cuando tienes mayor jerarquía y tienes más seguridad laboral. Si lo pone nervioso la posibilidad de perder clientes potenciales o irritar a su jefe, recuerde que los límites pueden conllevar cierto margen de maniobra, dice Elizabeth Knox, directora de MatchPace, una firma de eficacia organizacional con sede en Washington, D.C. Revise su calendario: el 85% del tiempo debe ceñirse a sus límites, como no recibir llamadas después de las 18:00 horas. El resto del tiempo es más flexible.

Algunas personas están descubriendo que sus hábitos pandémicos son difíciles de romper. La ejecutiva de comunicaciones Carrie Schum dedicó 250 horas más a trabajo de clientes -un tercio adicional- de abril del 2020 a abril del 2021, en comparación con el año anterior. Sin su traslado al trabajo y el gimnasio por la noche, le resultaba difícil desconectarse. Incluso cuando regresó a su oficina en el Distrito de Columbia dos veces por semana la primavera pasada, todavía terminaba escribiendo proyectos y revisando correos electrónicos después de las horas de su jornada laboral.

Intentó dejar su teléfono en la oficina de su casa a partir de las 18:00 horas. (Autocalificación en ese experimento: 85). Intentó desterrar su teléfono de la habitación por la noche. (Su esposo le compró un reloj para usarlo como alarma; ella pasó meses sin enchufarlo).

Una cosa finalmente le trajo algo de alivio: se unió a dos ligas de futbol que celebran partidos a las 19:00 horas y que se prolongan unas cuantas horas. Jugar requiere estar completamente presente, y ha ayudado a romper el control que tenía sobre ella el estar “conectada” las 24 horas del día.

“Empiezas a darte cuenta”, dice ella. “Eso no es vida”.

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