Trabacaciones; terminó el verano y… ¡seguimos agotados!

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Terminaron las “vacaciones” y pasamos al notable aumento del síndrome del trabajador quemado, el agotamiento físico y mental de la sobresaturación.

Hay una insatisfacción y un malestar inequívocos en estos mecanismos de la velocidad y la errónea idea de productividad. Es necesario pensar los límites que se nos imponen y las formas de entendernos que subyacen a ellos, porque la cuestión importante siempre es cómo vivir y las respuestas que deben estar en perpetuo cambio, no las puede proporcionar una fábrica en términos de rentabilidad. De hecho, mientras no se cuestione un sistema perfecto, los que desentonan seguiremos siendo nosotros, robots fallidos y nuestra debilidad. La sociedad fracasa si se señala su humanidad para despreciarla.

Y es esencial, pero muy difícil parar, cuando nos quieren convencer del beneficio de las “trabacaciones” y se insiste desde los medios en que la desconexión absoluta ya es “cosa del pasado”. Es muy difícil parar si la necesidad de hacerlo es motivo de mofa. Es muy difícil, casi imposible, si nos amenaza el miedo al despido; además de unas turbias nociones de la obligación, la responsabilidad y la culpabilidad. Es muy difícil parar porque no concebimos el mundo de otro modo que rodando torpemente y a la deriva.

Y aquí estamos; en una jornada infinita de productividad sin límites. Llegan nuestros escasos días luminosos y está la otra urgencia, el ocio acumulado nos mira desde lejos, todo fue con prisa, viajamos deprisa, nos reunimos deprisa, hablamos deprisa —es mucha gente a la que ver—; que no pase este escaso tiempo sin hacer lo que debemos hacer. Qué carrera sin fin.

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Jorge SalesTrabacaciones; terminó el verano y… ¡seguimos agotados!