Reacomodando prioridades

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Reforma

Por: Verónica  Baz

Puedo traer a mi perro a la oficina?,  “vendí mi coche”, “ya no vivo en la ciudad” y “no tengo con quien dejar a mis hijos”, son algunas de las frases que más se han escuchado en las empresas en los últimos meses.

Para muchas personas que estuvieron trabajando desde casa, el regreso a las oficinas ha sido un capítulo estresante en sus vidas. Esto a pesar de que en sus casas batallaron con pasar demasiado tiempo enfrente de la pantalla, trabajar con distracciones y no poder dividir su espacio laboral de aquel destinado a descanso y esparcimiento.

Se han hecho un sinnúmero de encuestas para medir el sentir de quienes tienen que regresar al formato presencial. Estas arrojan argumentos socialmente aceptables, como no querer invertir tiempo en el traslado y no poder cuidar de otros miembros de la familia. Pero también las respuestas muestran argumentos de los que se habla menos, como querer trabajar mientras se ve la televisión y se oye música, tomar una siesta en distintos momentos del día, hacer ejercicio entre juntas, trabajar en compañía de su mascota, entre otros.

Adicionalmente también algunas personas están preocupadas por no poder cumplir con la apariencia física que tenían hace un par de años, sobre todo quienes subieron de peso o quienes no quieren ya vestirse como lo hacían antes.

Al grupo de los que no quieren regresar se suman los que ya regresaron pero están inconformes. Muchos se quejan de llegar a la oficina para tener que conectarse virtualmente con los que ese día están trabajando desde casa, mismos que a veces ni siquiera abren sus cámaras. También están quienes no están contentos con las nuevas reglas de sanidad y para quienes regresar a la oficina está representando un gasto económico que ya habían dejado de considerar y que se agrava con la inflación.

Los esquemas híbridos y el que haya quienes puedan trabajar desde casa y quienes no, ha generado también comparaciones entre grupos. Muchas personas sienten que no es justo que unos tengan más flexibilidad que otros. Su infelicidad radica más en la comparación que en el tener que asistir.

Para quienes lideran las empresas, lo que hoy queda claro es que se van a requerir mejores argumentos que simplemente no estar ya en un riesgo sanitario. También se va a requerir flexibilidad, entender que hoy, más que nunca, importa crear culturas corporativas que permitan a las personas atender otras prioridades, y no ignorar temas como el agotamiento y la salud mental.

Los argumentos a favor de la presencia física deben poder explicarse con claridad. Esta facilita el tener un sentido de propósito, camaradería, conexión y también reduce problemas de comunicación,  entre otras ventajas. Hoy más que nunca se requieren objetivos inspiradores y medibles, acompañados de medidas que permitan que las personas puedan atender, sin complicaciones, otras responsabilidades.

El cómo las empresas están manejando la adversidad de la coyuntura nos dice mucho de ellas.  Pero también, la actitud con la que las personas se reincorporan a lo presencial, nos brinda mucha información de cada integrante del equipo.

La pandemia vino acompañada de un reordenamiento de valores y un reacomodo de prioridades, tanto personales como empresariales e institucionales. Es normal que haya bajas y también nuevos integrantes. Más raro sería que todo permaneciera igual.

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