En diciembre de 2019 surgió la pandemia de la COVID-19. En América Latina, apenas se escuchaba de ella en las noticias y nadie podía calcular el impacto que, en un corto plazo, tendría en la vida de las personas y de las familias, así como en los ámbitos laboral y empresarial.
La pandemia generó la necesidad de promover nuevos marcos regulatorios capaces de responder a tal coyuntura. Las empresas tuvieron que encontrar la forma de reaccionar al mandato de mantenerse en los hogares y procurar no salir. En esos momentos, las naciones y empresas exitosas fueron aquellas cuyas políticas de empleo incluían esquemas de teletrabajo; el resto tuvo que empezar por invertir en equipo y nuevas metodologías de trabajo, y hasta por reinventar la forma de comunicarse y liderar a sus colaboradores.
No existen recetas únicas ni una norma general que puedan aplicarse a todos los países o a todas las empresas; pero lo que ahora sabemos es que, cuando las funciones lo permiten, las personas suelen preferir la modalidad híbrida, que cada día se vuelve más común. La realidad es que, si no se ofrecen condiciones más flexibles a los colaboradores, las empresas corren el riesgo de perder talentos valiosos, pues otras que sí las ofrecen estarán ávidas de incorporar ese talento en sus propios equipos de trabajo.
Hoy en día, las personas buscan incorporarse a empresas que ofrezcan la modalidad del teletrabajo, y para las empresas esta se ha convertido en una manera de atraer y retener personal calificado. Los beneficios que el teletrabajo brinda a las personas y las empresas son valiosos en términos de costos y productividad. En un mundo que ha cambiado dramáticamente en los últimos tres años, las facilidades que brinda el teletrabajo son vitales siempre que estén alineadas con las nuevas exigencias del mercado, que reta a las empresas a ser cada vez más creativas, flexibles e inclusivas, y a tomar en cuenta las preferencias de sus colaboradores.
Si bien es cierto que, por su naturaleza, no todos los trabajos pueden realizarse bajo la modalidad del teletrabajo, existen muchas tareas que no requieren la presencia del trabajador en el centro de operaciones de la empresa, ya que podrían ser ejecutadas a distancia.
Por lo expuesto, la Oficina de Actividades para los Empleadores de la OIT (ACT/EMP) desarrolló una línea de investigación con el objetivo final de fortalecer las capacidades de análisis y de propuesta de la organizaciones empresariales de América Latina con respecto a la manera en que se regula el teletrabajo, así como a la forma en que este puede evolucionar en el futuro conforme a las buenas prácticas.
La investigación incluyó tres estudios subregionales que abarcaron diez países de América Latina con el fin de sistematizar sus experiencias nacionales desde la perspectiva empresarial respecto a los marcos jurídicos y la aplicación práctica de la legislación en la materia. La información fue procesada en este Informe Regional 2022 con el fin de preparar a las organizaciones empresariales al momento de abordar los debates nacionales sobre el tema.
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