–MIGUEL JIMÉNEZ
La destitución de Sam Altman, jefe de OpenAI, provoca las dimisiones de varios empleados destacados y deja un misterio sobre sus causas
La inteligencia artificial lleva un año deslumbrando al mundo, pero no tiene respuesta para todo. Por ejemplo, no sabe por qué el consejo de OpenAI, la empresa creadora de ChatGPT, ha despedido a Sam Altman, su consejero delegado hasta el viernes. “En mi última actualización de conocimientos, en enero de 2022, no había ninguna información que indicara que Sam Altman hubiera sido despedido de ningún puesto destacado”, contestaba este sábado ChatGPT. La popular herramienta no es la única sin respuesta. El despido fulminante por videoconferencia de Altman, convertido en una especie de embajador global de la inteligencia artificial, ha sido extraño, por las formas y por la falta de una explicación clara. Todo Silicon Valley se pregunta qué ha pasado.
Altman recibió un mensaje de texto el jueves por la noche en San Francisco. Había sido un día largo e intenso. Había participado en una mesa redonda en la reunión de consejeros delegados que se celebraba como parte de la Cumbre Económica de Asia Pacífico (APEC). Nada en su intervención podía hacer pensar en su salida de OpenAI. Sostuvo que la inteligencia artificial “será la tecnología más transformadora y beneficiosa que la humanidad haya inventado hasta ahora” y que no necesitará una regulación fuerte “durante las próximas dos generaciones”: “Estoy muy emocionado. No puedo imaginar nada más emocionante en lo que trabajar”.
El mensaje que Altman recibió era de Ilya Sutskever, científico jefe de OpenAI. Le citaba a una reunión por videoconferencia a mediodía del viernes. Aunque la firma está en la esfera de Microsoft, la herramienta a utilizar no fue Teams, sino Google Meet. Al conectarse, estaba todo el consejo de OpenAI con la excepción de su presidente, Greg Brockman. Allí estaban Sutskever y los tres consejeros independientes: Adam D’Angelo, jefe de Quora, Tasha McCauley, emprendedora tecnológica, y Helen Toner, directora del Georgetown Center for Security and Emerging Technology.
La reunión fue corta. A Altman le comunicaron que estaba despedido y que la noticia se haría pública enseguida, según ha relatado Brockman, que fue el siguiente en ser citado. Sutskever le envió un mensaje a las 12.19, hora de San Francisco (21.19 en la España peninsular) para ver si podía tener una llamada rápida. A las 12.23 le envió un enlace para conectarse a la videoconferencia, también por Google Meet. En ese momento le comunicaron que estaba despedido como presidente y miembro del consejo, pero no como empleado, pues se le consideraba vital.
Inmediatamente después, OpenAI publicaba el anuncio de los despidos en su web. A las 12.28 lo tuiteaba. En menos de media hora y por videollamada, el consejo había despedido a dos de los fundadores. Los empleados no estaban al tanto, con la excepción de Mira Murati, la jefa tecnológica de OpenAI elegida para sustituir de forma provisional a Altman.
El comunicado señalaba que el consejo había perdido la confianza en Altman, que la decisión se tomaba “tras un proceso de revisión deliberativa por parte del consejo”, del que no se señala cuándo había empezado ni por qué. La conclusión es que Altman no fue siempre franco o sincero con el consejo, obstaculizando su capacidad para ejercer sus responsabilidades. “El consejo ya no confía en su capacidad para seguir dirigiendo OpenAI”, añadía.
Sobre el cese de Brockman como presidente no se daba la menor explicación en la nota. Horas después de la destitución como presidente, Brockman renunció también como empleado. “Sam y yo estamos conmocionados y tristes por lo que el consejo ha hecho hoy”, tuiteó. “Nosotros también estamos intentando averiguar qué ha pasado exactamente”.
OpenAI tiene una compleja estructura de gobernanza, con una organización sin ánimo de lucro (y exenta de impuestos) en la cúspide, OpenAI Inc, fundada en 2015, que es la que está controlada por el consejo. A través de sus filiales, esa sociedad controla y posee la mayoría de OpenAI Global LLC, la firma creada en 2019 en la que ha invertido Microsoft como socio de referencia, también con beneficios limitados. Pero la empresa alega que “el principal beneficiario de la organización sin ánimo de lucro es la humanidad, no los inversores de OpenAI”.
En el comunicado se hace referencia también a esos principios y, como el despido de Altman ha coincidido con una búsqueda de inversores para la compañía con una valoración de cerca de 90.000 millones de dólares, se especula con que haya habido un choque por ello. La derivada económica puede ser un signo también de una batalla cultural soterrada entre los partidarios de acelerar en el desarrollo de la inteligencia artificial y los defensores de cuidar las implicaciones de seguridad en cada paso. A Microsoft le pilló también por sorpresa el cese de Altman. Hace unas semanas habían participado en la primera conferencia de desarrolladores de OpenAI. Los empleados tampoco lo veían venir. A la reunión del consejo se llegó con la decisión tomada y no está claro por qué no participaba Brockman. Al final ha sido el científico jefe con el apoyo de los independientes el que ha dado el golpe de timón.
Según The Information, ha empezado una oleada de dimisiones. Jakub Pachocki, director de investigación; Aleksander Madry, jefe de un equipo que evaluaba los riesgos potenciales de la IA, y Szymon Sidor, investigador de la firma, han comunicado sus renuncias en protesta por el cese de Altman. Al tiempo, junto al misterio sobre el detonante del despido, la otra pregunta es qué hará ahora una de las personas mejor conectadas de Silicon Valley. “Tendré más que decir sobre lo que sigue más adelante”, se limitó a tuitear.

