–Enrique Cabrero Mendoza & Miguel Adolfo Guajardo Mendoza
Los trabajadores han tenido temor de ser reemplazados por máquinas desde que estas fueron incorporadas a los procesos productivos durante la primera revolución industrial. No obstante, han pasado siglos desde estos acontecimientos sin que haya ocurrido un escenario de sustitución tecnológica a gran escala, en gran medida por el funcionamiento de un mecanismo de compensación intersectorial, que ha facilitado la reubicación de los trabajadores desplazados en otros sectores menos intensivos en el uso de tecnología, o que demandan habilidades difíciles de desarrollar por una máquina.
No obstante, esta situación parece estar cambiando rápidamente con la llegada de una gran diversidad de técnicas de inteligencia artificial, que hacen viable la sustitución tecnológica de tareas cognitivas no estructuradas. Por ejemplo, ahora es posible que un algoritmo de inteligencia artificial realice tareas de atención a clientes, las cuales demandan empatía, creatividad y capacidades para atender quejas o situaciones inesperadas. Otro ejemplo importante es el de los robots industriales, usualmente considerados lentos, pesados e incapaces de desarrollar motricidad fina, ahora capaces de desarrollar tareas manuales de alta complejidad para industrias de acabados o que trabajan con materiales delicados, a través de técnicas de aprendizaje profundo por imitación.
Se ha argumentado que los riesgos por sustitución tecnológica no deberían ser una preocupación central en países con capacidades limitadas para el desarrollo de tecnologías para la automatización. Sin embargo, este tipo de tecnologías, como cualquier otra mercancía, están disponibles en los mercados internacionales para quien pueda adquirirlas. Se considera que la situación debería ser alarmante para los países con bajos salarios que han consolidado importantes sectores industriales, como el automotriz en México con alrededor de un millón de empleos generados, a partir de flujos importantes de Inversión Extranjera Directa provenientes de países que sí tienen capacidades tecnológicas para automatizar sus industrias de forma inmediata. Es posible que, conforme los salarios en México incrementen y los precios de este tipo de tecnologías decrezcan, aumente el riesgo de un escenario de sustitución de mayor calado.
Ante el escenario descrito sorprende que este tema todavía se encuentre poco estudiado en México, algunos trabajos han realizado estimaciones sobre los riesgos por desempleo tecnológico a nivel nacional, encontrando que entre 61.5% y 63%1 de las ocupaciones del país son susceptibles de ser automatizadas con las tecnologías disponibles. Estos cálculos deben ser tomados con cautela: que una ocupación pueda ser automatizada gracias a la existencia de la tecnología pertinente no implica que esto ocurrirá forzosamente; otros factores pueden ser igual o más importantes, como los costos de hacerlo o las preferencias sociales sobre el tema.
Este fenómeno no puede ser estudiado únicamente a nivel nacional porque se pierde la oportunidad de comprender las distintas dinámicas que pueden tener dos regiones dentro de un mismo país. También es importante considerar que un mismo sector puede tener riesgos diferentes de automatización en un mismo país, dependiendo del tipo de procesos productivos que lleven a cabo. Por ejemplo, en un trabajo reciente elaborado por los autores de este artículo se analizaron las diferencias entre Querétaro (QRO) y San Luis Potosí (SLP), dos demarcaciones subnacionales que guardan similitudes en sus estructuras económicas orientadas al sector manufacturero.2
En el estudio se encontró que el porcentaje de ocupados en alto riesgo de sustitución en QRO (51%), así como en SLP (57%), están por debajo del promedio nacional (67%). Sin embargo, este dato es engañoso, pues al analizar algunos sectores se comprueba la existencia de diferencias importantes entre las entidades. Particularmente, 75% de los ocupados del sector automotriz de QRO se encuentran en alto riesgo por sustitución tecnológica; por su parte, en SLP, para este mismo sector, 93% de los ocupados se encuentran en la misma situación. Frente a estos datos relativamente altos existen otros sectores con cifras completamente diferentes; por ejemplo, en QRO, sólo 12% de los ocupados del sector aeroespacial se encuentran en alto riesgo.3
Otros hallazgos interesantes, compartidos por las dos entidades federativas, son que la probabilidad de estar en alto riesgo de desempleo es superior para las mujeres, los más jóvenes y las personas con menores niveles de estudios. Además, se identificó que, para todos los sectores estudiados en las dos entidades federativas, la mayoría de personas en alto riesgo se encuentra en los segmentos de educación media. Esto último es importante porque usualmente este perfil educativo corresponde a trabajadores que se encuentran en las líneas de producción, realizando tareas repetitivas, estructuradas, más proclives a la automatización.
Las diferencias entre demarcaciones, incluso entre las que son similares, en términos productivos, o cercanas geográficamente, hacen pensar que serán necesarias políticas públicas con objetivos distintos por región, así como por sector, para atender de forma efectiva a quienes resulten desplazados en el corto plazo debido a los efectos del cambio tecnológico. Sin embargo, el objetivo no debe ser detener este proceso u obstaculizarlo, una postura de este tipo sería contraproducente porque colocaría al país en una gran desventaja, en términos de productividad, respecto a otros que sí están incentivando estos procesos de forma activa.
En realidad, alrededor al desempleo tecnológico existe un sistema de problemas por afrontar, pues por un lado se tiene una baja productividad nacional, que podría rezagarse más si no se fomentan los procesos de automatización tecnológica a lo largo de toda la economía; pero también existen potenciales efectos negativos para las personas que sean desplazadas de sus ocupaciones. Por ello, tiene sentido que los países más avanzados en el desarrollo de estrategias para hacer frente a este fenómeno, lo estén haciendo a partir de portafolios de políticas públicas que inciden en este sistema de problemas desde diferentes frentes.4
Hasta ahora las políticas públicas para afrontar la sustitución tecnológica se han agrupado en tres categorías: 1) políticas para incentivar la automatización de forma ordenada; 2) políticas para robustecer los mercados laborales, facilitando la movilidad entre ocupaciones, así como la adquisición de nuevas habilidades; y 3) políticas para rediseñar los sistemas educativos para fortalecer los conocimientos relacionados con matemáticas, ciencias, ingenierías, la adquisición de habilidades blandas, así como el desarrollo de capacidades para el autoaprendizaje.
México no tiene una agenda para anticipar los desafíos que el cambio tecnológico ocasionará en el empleo. Es posible que esto se deba a que los efectos de este fenómeno todavía son poco notorios a lo largo de toda la economía, en buena medida por los salarios, aún bajos, que perciben los trabajadores mexicanos en comparación con otras economías; sin embargo, esta situación cambiará en los próximos años. Según los datos de Data México, en 2022 la importación de robots industriales creció 50.67% respecto a 2021 en el país, con las siguientes entidades a la cabeza: Nuevo León, Chihuahua, Aguascalientes, San Luis Potosí y Jalisco. De hecho, México es el país de América Latina que más importaciones de robots ha tenido en los últimos años, por lo que es previsible que sea el país más afectado de la región, en términos de los desplazamientos de trabajadores. Es urgente que estos desafíos figuren en la agenda pública nacional, así como en las agendas de los gobiernos estatales, lejos de vivir un periodo de letargo el país debe prepararse para los grandes cambios que se perciben en el horizonte en materia de empleo —el bienestar de los mexicanos depende de ello.

