La pobreza laboral es una situación en la que el ingreso que generan los trabajadores de dicho núcleo familiar no es suficiente para alimentar a todos sus miembros. Hogares en pobreza laboral pueden lograr alimentarse a partir de ingresos no laborales como remesas, transferencias o acceso a programas sociales. En México, conforme a datos de la Comisión Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) al tercer trimestre del 2021, el 40.7 % de la Población vive en pobreza laboral (más de 52 millones de personas). Este dato es una tragedia si reflexionamos que, en ningún país un trabajador que labore en el mercado formal debiera ser pobre.
La inseguridad, la corrupción y la creciente desigualdad de ingresos son posiblemente los problemas socioeconómicos de mayor gravedad a los que se enfrenta México. Las dos últimas décadas han mostrado con claridad que sin políticas valientes destinadas a atajarlos sus consecuencias no harán sino agravarse, haciendo de nuestro país un lugar invivible. La creciente desigualdad de ingresos es un tema complejo, de múltiples dimensiones para abordar en este espacio, pero al que es imprescindible atender.
Conviene tener presente que pobreza y desigualdad son problemas diferentes pero que el el primero alimenta al segundo, así, la pobreza laboral se refiere a la carencia de ingresos y la desigualdad a la forma en que se encuentra repartido el ingreso en una sociedad.
El Informe de desigualdad global, en su edición 2022, publicado recientemente por el World Inequality Lab, en el capítulo de México, lo califica como uno de los países con mayor desigualdad a nivel mundial, donde una minoría detenta la mayor parte del ingreso; a nivel nacional, la diferencia entre el que menos gana y la media del que más gana es de 30 veces según el informe referido. Para dimensionar, en Suiza es de 6 veces y en Estados Unidos es de 17 veces. Los resortes que alimentan la desigualdad de ingresos son fundamentalmente dos: El primero la falta de empleo; nos referimos a los desocupados y a la población no económicamente activa pero disponible que en su conjunto casi diez millones de personas. El segundo resorte generador de desigualdad de ingresos se produce entre personas que tienen un empleo; la baja calidad de algunos empleos ha provocado la existencia de personas trabajadoras pobres, que, si bien están ocupadas, sus ingresos laborales no les permiten salir de la pobreza, en este rubro baste considerar quá mas del 50% de la población ocupada trabaja en la informalidad. Estos hechos obligan a reflexionar sobre las medidas a tomar para que la tendencia creciente en la desigualdad de ingresos se revierta. Casi nadie duda de que sin intervenciones públicas valientes y sensatas esta tendencia no cambiará de rumbo.
Algunas herramientas laborales.
La experiencia internacional va haciendo evidente que las mejores herramientas para moderar la pobreza laboral son dos: el aumento del salario mínimo —lo único que puede acabar con la figura del trabajador pobre y que al menos el Gobierno mexicano actual está mejorando, y el contrato colectivo de trabajo; ahora, en virtud de la reforma laboral de mayo del 2019 entrando poco a poco en vigor, eso podrá cambiar porque los sindicatos reconquistan su papel constitucional en la negociación colectiva. Finalmente, el empleador debe pensar y repensar en un modelo homocéntrico de la relación laboral.

