El envejecimiento pone en riesgo la economía mundial

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El envejecimiento de la población amenaza con desequilibrar la economía mundial y obligará a los gobiernos a tomar medidas más pronto que tarde. Según la Organización Mundial de la Salud, el porcentaje de habitantes del planeta mayores de 60 años aumentará un 34% entre 2020 y 2030 y en 2050 sobrepasará al de los adolescentes y jóvenes de entre 15 y 24 años, lo que implicará un menor crecimiento del PIB por un desplome de la demanda y problemas para sostener la estructura de gasto público en ámbitos como las pensiones, la sanidad y la educación.

El cambio de piezas va a producir desequilibrios. Empezando porque el gasto y el ahorro en los jóvenes y las personas de mediana edad es muy diferente al de los mayores: los primeros ahorran y los segundos gastan lo ahorrado. Los especialistas auguran más impuestos y un nuevo modo de consumir.

China tardó 35 años en abolir la política del hijo único (2015) y solo tres en elevar de dos a tres el número de descendientes permitidos por pareja. Otros países impulsan la subida de la edad de jubilación y de las ayudas por hijos.

¿Qué consecuencias cabe esperar de ello? Pueden citarse tres efectos: un menor crecimiento del PIB debido a que el desplome de la na- talidad reducirá la demanda —mercados boyantes como el chino pueden volverse más pequeños—; problemas para sostener la estructura de gasto público en ámbitos como las pensiones, la sanidad y la educación, y un cierto desequilibrio en el modo en que se extraen las materias primas. Las sociedades más envejecidas tienen menos propensión a mirar hacia el futuro, así que explotan de manera menos cuidadosa los recursos naturales.

En el plano fiscal, expertos auguran que se pagarán más impuestos para financiar el creciente gasto público. “Los impuestos eran bastante altos en los años cincuenta, y empiezan a bajar a partir de ahí con el baby boom. Ahora ese fenómeno lo tenemos al revés.

Hay quien hace de la tendencia al envejecimiento una lectura positiva: en primer lugar porque alargar la vida es en sí mismo un éxito de la medicina que permite disfrutar más tiempo de la compañía de seres queridos; un crecimiento de la población más lento puede propiciar que menos trabajadores se repartan un pastel de salarios más altos, frenar el deterioro del medioambiente, reducir el riesgo de hambrunas y facilitar una mayor autonomía de las mujeres —todavía más atadas que los hombres a las obligaciones del cuidado de los menores— para emprender sus propios proyectos profesionales.

Junto a la mayor longevidad —la esperanza de vida al nacer pasará de 72,6 años en 2019 a 77,1 años en 2050, según Naciones Unidas—, la natalidad es el otro pilar que puede hacer temblar los cimientos del actual edificio demográfico. El número de hijos por mujer pasó de los 3,2 en 1990 a los 2,5 de 2019 y se espera que sean 2,2 en 2050. Lo que antes era un fenómeno asociado únicamente a los países desarrollados.

Entre las políticas, válidas para cualquier país, que expertos consideran efectivas para paliar el impacto económico del envejecimiento, se encuentran aumentar la edad de jubilación, estimular el ahorro, aumentar la participación en el mercado laboral de las mujeres, abrir las puertas a la migración y dar más incentivos al sistema educativo.

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