Tomado de El País
Guy Standing (Reino Unido, 74 años) forma parte de una nueva corriente de economistas que está obligando a las formaciones de izquierda a abandonar la pereza y buscar nuevas respuestas. Creador de un concepto que ya es moneda común, el “precariado”, y defensor a ultranza de la necesidad de una renta básica incondicional para todos los ciudadanos.
PREGUNTA. ¿Qué es el precariado?
RESPUESTA. Podemos definirlo en tres dimensiones o espacios. Consiste en millones de personas que tienen un trabajo inestable e inseguro. La mayoría de ellos tienen un nivel de educación muy superior al trabajo que desempeñan. Y deben realizar muchas tareas que no cuentan como desempeño laboral, que no son reconocidas. No pueden dar a sus vidas una narrativa ocupacional. No saben realmente qué son. Un mes trabajan en un bar, al siguiente limpian suelos, o incluso ejercen de periodistas. La segunda dimensión: sus sueldos reales están en declive. Y no tienen pensiones, bajas por enfermedad o vacaciones pagadas, como el viejo proletariado. Y la tercera dimensión, para mí la más importante: si formas parte del precariado, pierdes derechos de ciudadanía. Civiles, culturales, valores propios de una comunidad concreta.
P. Y derechos sociales.
R. Y derechos sociales, exacto. Porque los derechos sociales son subsidios universales que los gobiernos vinculan a unos objetivos concretos, a unos comportamientos concretos y a unas condiciones sociales concretas. Si solo concedes esas ayudas a la gente pobre, en cuanto uno intenta salir de la pobreza, las pierde. Y pasa a convertirse en la trampa de la pobreza. La gente trabaja más, pierde esos beneficios sociales y obtiene poco más a cambio.
P. ¿Hemos aprendido la lección?
R. Hoy el nivel de inseguridad de una parte cada vez mayor del precariado, de rabia, es insostenible. Son jóvenes, con alto nivel de educación, muchas mujeres. Y afirman, tras la pandemia, que no quieren regresar a lo de antes. Quieren un nuevo tipo de política progresista. No creo que sea el final de esta historia. Hay nuevos movimientos ecologistas, sociales, un precariado cada vez mayor y más enfadado. Todo esto trasladará presión a los gobiernos para pensar de un modo diferente.
P. ¿En qué consiste esa renta básica universal que defiende?
R. Nunca hablo de renta básica universal. Hablo de renta básica. Porque en el caso de los inmigrantes recién llegados, por ejemplo, deberían esperar un tiempo antes de adquirir ese derecho. Aunque eso no quiere decir que no reciban otras ayudas. Es un derecho por el que cada individuo, hombre o mujer, recibe una modesta cantidad cada mes. Incondicional. No está vinculada a ningún nivel económico ni requiere un comportamiento concreto. En metálico o de algún otro modo. Cada uno la usa como quiera. La cantidad dependerá de la capacidad de cada Gobierno para incrementar los fondos destinados a este objetivo. Es un derecho económico. Un ejemplo de justicia común. La justificación de la renta básica es, sobre todo, ética. No implica la supresión de otras ayudas.
P. ¿Por qué ética?
R. Contribuye a aumentar tu libertad. Sobre todo, la de las mujeres. Les permite decir no a una relación abusiva, o a un jefe explotador, o a una burocracia asfixiante. Permite poder tomar decisiones, y en eso consiste la libertad. Y al fin, una renta básica, por muy pequeña que sea, ofrece a las personas la indispensable sensación de seguridad. Porque la inseguridad, como nos han explicado los psicólogos, reduce nuestro cociente intelectual. Es injusto que el Estado someta al mismo criterio que a usted o a mí a una persona que sufre una inseguridad crónica.
P. ¿Y qué garantizaría esa renta?
R. Debería garantizar alimentación, vivienda y un nivel de vida básico. Y a partir de ahí, ir subiendo. En países dependientes de una economía globalizada, como España o el Reino Unido, es que en el futuro cercano los sueldos seguirán bajando, por culpa de esa globalización y de la automatización de los trabajos. Debemos dar con un modo nuevo de proveer a los ciudadanos con una seguridad básica. Normalmente los críticos burgueses de la propuesta afirman que las personas dejan de esforzarse. No es verdad. Tienen más confianza, más energía. Intentan adquirir nuevas habilidades.
P. Pero al final, ¿no acaba siendo un subsidio sin control, como los que usted critica?
R. No, porque no es lo mismo. Una renta básica es una paga semanal, modesta, que debes aprender a usar. Y lo que hemos descubierto en los programas piloto es que, al principio, las personas no usan bien ese dinero. Pero poco a poco aprenden a hacerlo. Ahorran. Cambian su comportamiento. Si fuera un solo pago, probablemente todos nosotros lo malgastaríamos. Es lo que se denomina la debilidad de la voluntad. En el caso de la renta básica, es una aproximación mejor, porque generas una reforma modesta y un derecho económico.
P. Y recuperará ese mensaje de los bienes comunes.
R. Los ciudadanos pueden entender este concepto, el de los bienes comunes. Pueden ser el agua, el aire o la tierra, pero no solamente. También el disfrute de derechos de patente o de propiedad intelectual logrados gracias a una importante aportación de ayudas públicas. Es una vía para que los políticos progresistas reformulen su agenda y dejen de utilizar un lenguaje viejo y marxista que ya no conecta con las nuevas generaciones.

