Cinco años del Me Too: ¿Cómo evoluciona el feminismo global?

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No fue Milano, sino la activista social Tarana Burke quien acuñó ese lema en 2006, pero aquel octubre confluyeron las circunstancias necesarias para que la etiqueta se hiciese viral. En todo el mundo. Fue el comienzo de un torrente feminista que en el último lustro ha provocado un cambio en la percepción social. También en el mundo.

Nunca se había extendido tan rápido, de forma tan heterogénea y transversal, ni a tantos niveles, del geográfico al cultural, pasando por el político, el judicial, el laboral o el mediático. De esa propagación hablan también las reacciones en contra, desde el ascenso de la ultraderecha en distintos puntos del planeta hasta la caída de la protección federal del derecho al aborto en Estados Unidos. Hay aún innumerables desigualdades, pero aquel “yo también” abrió un agujero universal en el silencio. Empezó por el acoso, los abusos y las agresiones sexuales, pero la red dio la posibilidad para que mujeres de todas las latitudes empezaran a usarla de manera masiva para conocer y compartir lo que las une: la desigualdad y la violencia.

Ambas, la desigualdad y la violencia, históricas, confluyeron aquel día en esas dos palabras, pero la reflexión sobre ellas existía desde hacía siglos; los cambios más profundos venían fraguándose desde hacía décadas, lentamente; y la necesidad de que se produjeran se volvió urgente en los últimos años. “No hay duda de que estamos en medio de una nueva ola, si no la más importante, del movimiento feminista”, afirma Chiara Bottici, directora de Estudios de Género y profesora asociada de filosofía en The New School de Nueva York.

Donald Trump fue claramente uno de los detonantes en el contexto estadounidense. Su llegada a la Casa Blanca fue con el recuerdo de una frase que se hizo viral en medio de la campaña de aquel 2016 y que tenía que ver con la violencia: “Cuando eres una estrella, puedes hacer lo que quieras. Agarrarlas por el….. Lo que sea”. A las 48 horas de ocupar el cargo, Washington se llenó con la primera Marcha de las Mujeres para protestar contra un poder que reconocían como machista. Esta se replicó en 600 ciudades estadounidenses y de otros países con una participación total de alrededor de dos millones de personas. Apenas dos meses después, el 8-M de aquel año, el movimiento feminista en varios puntos del planeta hizo el primer ensayo de huelga, en muchos casos con cifras que desbordaron las previsiones incluso de las organizadoras.

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