La necesidad de crear más y mejores empleos

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Nuestras sociedades están expuestas a profundas transformaciones asociadas al cambio demográfico, a la revolución tecnológica y a la crisis climática. En las próximas dos décadas, la composición de las personas trabajadoras se habrá modificado sustancialmente por la jubilación de toda una extensa generación de baby boomers, las personas que integran el mercado laboral producirán diferentes bienes y servicios, tanto por la revolución tecnológica como por la exigencia de atajar la crisis climática. Estas profundas transformaciones suelen traer consigo enormes oportunidades para mejorar el bienestar de la ciudadanía, pero no están exentas de riesgos que si no se abordan con arrojo y determinación, pueden aumentar las crecientes desigualdades que nuestras sociedades exhiben.

Las implicaciones de estas transformaciones en diferentes ámbitos son de tal envergadura que se necesitan reflexiones compartidas que partan de diagnósticos precisos de cada sociedad para entender los riesgos y oportunidades que este incierto futuro ofrece.

Entre las conclusiones que saltan de dichas reflexiones destacan: Primero, la necesidad de reducir la apremiante tasa de informalidad laboral superior al 50% de la Población Económicamente Activa (PEA); personas que no tienen seguridad social, contrato laboral o prestaciones (o ninguna de las tres). Incentivos fiscales y seguridad social universal pueden ser soluciones parciales a este gran desajuste del mercado laboral. La segunda reflexión se desprende del cambio de paradigma laboral al que nos enfrentamos por la transformación tecnológica, que trae consigo cambios profundos en las tareas que las empresas demandan de las personas trabajadoras al implementar procesos de automatización. Sin embargo, no todas las innovaciones tecnológicas producen similares aumentos de la riqueza, ni mucho menos, y este es un hecho que ha de ser tomado muy en cuenta. De hecho, un reconocido investigador económico, Daron Acemoglu, diferencia las tecnologías “brillantes” —que aumentan mucho la productividad laboral y fomentan la creación de nuevos empleos— frente a las innovaciones tecnológicas “mediocres” —que aumentan poco la productividad y, sin embargo, producen un importante efecto sustitución de personas que antes realizaban esas tareas, generando efectos negativos sobre el empleo—.

El papel de las instituciones en cuanto a fomentar unos u otros tipos de innovación es determinante para aprovechar estas transformaciones en aras de crear más y mejores empleos. Hasta ahora, las políticas industriales no han colocado la creación de empleo en el centro de sus decisiones, aunque en muchos casos sí pudiera considerarse un objetivo indirecto. El favorecer la implantación de innovaciones tecnológicas con una “perspectiva de empleo” nos puede dirigir hacia sociedades más inclusivas, con más y mejor empleo para repartir entre toda la ciudadanía. Para ello, sin duda, y esta es otra de las lecciones que se desprenden, la colaboración entre todos los agentes es crucial. Empresas, instituciones públicas y demás agentes sociales deben ser conscientes de las oportunidades, pero también de que la transformación tecnológica por sí misma, sin una dirección adecuada, generará mayor prevalencia del capital frente al trabajo, lo cual es muy probable que acabe generando mayores desigualdades y mayor ruptura social. Se corre el riesgo de que se genere mayor riqueza que vaya a parar cada vez a menos manos.

La sociedad que seremos en las próximas décadas será la sociedad que hoy elijamos ser. El tipo de empleo por el que se apueste hoy marcará el rumbo de la sociedad del futuro. De todos depende que aprovechemos la excelente oportunidad que nos brindan estas transformaciones para revertir la tendencia creciente de malos hacia buenos empleos.

 

 

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Jorge SalesLa necesidad de crear más y mejores empleos