Para la mayoría de las personas, el tiempo fluye hacia algún lugar fuera de ellas. No tiene nada que ver con ellas. El tiempo está simplemente allí (o no) y tienen que adaptarse a él. Quiero invitarles a considerar otra perspectiva: lo que experimentamos como tiempo no es solo un fenómeno del mundo exterior, sino que lo es también de forma simultánea en nuestra conciencia. Esta sensación nace de la interacción entre entorno y cerebro. Hoy en día, con nuevos métodos científicos se puede analizar cómo el mundo exterior se engrana con nuestra vida interior. Estas conclusiones, provenientes sobre todo de la investigación del cerebro, pueden cambiar nuestra percepción y nuestros hábitos. Esta perspectiva enlaza con la que ya se encuentra en mis libros anteriores sobre la felicidad y la casualidad.

