Sales Boyoli presenta estudio sobre la Gerontocracia Sindical Mexicana. ¿Nuevas reglas y mismos rostros?

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En México es posible hacer inferencias interesantes con algunos de los denominados “factores de poder”, especialmente al analizar dos variables: la edad y la permanencia; nos referimos a los llamados coloquialmente y casi con ironía “líderes sindicales”.

Este relato kafkiano toma la forma de una gerontocracia sindical, donde las variables de edad y años de permanencia se conjugan en una fórmula a veces perversa; un esquema en el que “guardando las formas” los líderes sindicales se hacen de las secretarías generales en forma vitalicia pero siempre respetando la voluntad de los trabajadores que los eligen o reeligen de forma “auténtica y democrática” y a veces “sin oponentes”.

Así, los líderes se van haciendo ancianos en los liderazgos a través de elecciones o reelecciones con voto indirecto o a mano alzada y ello genera un anecdotario abundante sobre su vigor y capacidad para ejercer como secretarios generales de sus agrupaciones, especialmente ante un modelo laboral que está sufriendo cambios radicales y aspira a encontrar la verdadera democracia y representatividad a través de nuevos mecanismos de votación libre directa y secreta. La reforma legal, que busca romper estas prácticas, entró en vigor en 2019 y aún enfrenta la resistencia de las grandes centrales obreras del país que buscan la forma de cumplir sin alterar el status quo.

Un vistazo a los números nos permite obtener algunas lecturas interesantes: de los doce sindicatos más importantes de México, que agrupan a unos 24 millones de trabajadores (la población laboral en México es de casi 60 millones) la edad promedio es de 70 años y aunque hay un par de casos notables (dos líderes de 50 años bajos) uno de ellos ascendió al poder por la muerte de su padre y el otro se convirtió de empresario a líder sindical en la administración del presidente saliente Andrés Manuel López Obrador.

En cuanto a los años de permanencia también hay datos que invitan a algunas reflexiones: destaca el líder de los telefonistas con 48 años en el poder, seguido de líderes con más de 20 años, que, aunque podrían tener más antigüedad como secretarios generales, han ocupado dichas posiciones después de un largo reinado de sus antecesores.

Junto con estas dos variables (edad y permanencia) es posible encontrar algunos denominadores comunes, por ejemplo en la forma en que llegan a las secretarías generales de su agrupaciones (sean sindicatos, federaciones o confederaciones); tradicionalmente lo hacen renegando de su antecesores a quienes les reclaman obstaculizar la elección democrática y la alternancia y así, llegan… para quedarse; otras veces se hacen del poder sindical cuando el anterior muere (por herencia familiar del puesto o por un efímero espacio democrático) para luego y eternizarse.

Pero también hay que reflexionar en algunas tendencias de fondo que explican este fenómeno de liderazgos vitalicios y seniles entre los que podemos encontrar la alta dispersión del trabajo y sus nuevas modalidades que dificultan la afiliación, el desencanto de las nuevas generaciones con los sindicatos y el desprestigio de los líderes sindicales, muchas veces ganado a pulso desde la corrupción y el desinterés por sus agremiados.

Aunque la alternancia sindical mexicana, con sus plausibles y previsibles consecuencias de liderazgos más jóvenes y entusiastas, es un camino con mucho trecho interesante por recorrer, el futuro parece más prometedor con la reforma laboral del año 2019, que obliga a los sindicatos a celebrar, paulatinamente, procesos más democráticos que las viejas prácticas que por décadas propiciaron una clase sindical senil y enquistada.

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